Las manifestaciones de cariño pueden tomar las formas más barrocas o modernas que puedas imaginar. Lo único cierto es que el límite se encuentra en tu creatividad y en cuánto te inspira esa persona que estimula todos tus sentidos al punto de querer expresarle de otro modo lo que sientes.
Es ahí cuando entran los poemas de amor y si bien no hay nada más bello que recibir una poesía escrita por el enamorado, también es verdad que ese talento no está en todos (lamentablemente) ¡Pero no temas!
En Apasionada lo tenemos muy claro y es por ello que a continuación te compartiremos algunos poemas de diversos estilos y autores/as, para que elijas el que más te identifique o que sea el puntapié que necesitas para iniciar la búsqueda.
Poemas de amor cortos
Ella me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano
y eso era amor.
Mario Benedetti
Amar a las personas como se quiere a un gato: con su carácter y su independencia, sin intentar domarlo, sin intentar cambiarlo, dejando que se acerque cuando quiera, siendo feliz
con su felicidad.
Julio Cortázar
Poemas de amor para mi novio
Podrá nublarse el sol eternamente; podrá secarse en un instante el mar; podrá romperse el eje de la tierra como un débil cristal ¡Todo sucederá! Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón; pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.
Gustavo Adolfo Bécquer
Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra… Si me quieres, quiéreme negra y blanca, Y gris, verde, y rubia, y morena… Quiéreme día, quiéreme noche… ¡Y madrugada en la ventana abierta! Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda!… O no me quieras.
Dulce María Loynaz
Poemas de amor largos
“Amor tardío” – José Ángel Buesa
Tardíamente, en el jardín sombrío, tardíamente entró una mariposa, transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.
Y, sedienta de miel y de rocío, tardíamente en el rosal se posa, pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.
Y yo, que voy andando hacia el poniente, siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;
pero en mi otoño de melancolía, mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón…
El día que me quieras – Amado Nervo
El día que me quieras tendrá más luz que junio; la noche que me quieras será de plenilunio, con notas de Beethoven vibrando en cada rayo sus inefables cosas, y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.
Las fuentes cristalinas irán por las laderas saltando cristalinas
el día que me quieras.
El día que me quieras, los sotos escondidos resonarán arpegios nunca jamás oídos. Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.
Cogidas de la mano cual rubias hermanitas, luciendo golas cándidas, irán las margaritas por montes y praderas, delante de tus pasos, el día que me quieras… Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!
Al reventar el alba del día que me quieras, tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras, y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.
El día que me quieras será cada celaje ala maravillosa; cada arrebol, miraje de “Las Mil y una Noches”; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.
El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.
Poemas de amor de Pablo Neruda
Ángela Adónica
Hoy me he tendido junto a una joven pura como a la orilla de un océano blanco, como en el centro de una ardiente estrella
de lento espacio.
De su mirada largamente verde la luz caía como un agua seca, en transparentes y profundos círculos
de fresca fuerza.
Su pecho como un fuego de dos llamas ardía en dos regiones levantado, y en doble río llegaba a sus pies,
grandes y claros.
Un clima de oro maduraba apenas las diurnas longitudes de su cuerpo llenándolo de frutas extendidas
y oculto fuego.
Cien sonetos de amor
No estés lejos de mí un solo día, porque cómo, porque, no sé decirlo, es largo el día, y te estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.
No te vayas por una hora porque entonces en esa hora se juntan las gotas del desvelo y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.
Ay que no se quebrante tu silueta en la arena, ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bienamada,
porque en ese minuto te habrás ido tan lejos que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverás o si me dejarás muriendo.
¿Sabías que un HAIKU es un poema de amor corto? Miralos
Poemas de amor para una mujer
El beso – Federico Barreto
Con candoroso embeleso y rebozando alegría, me pides morena mía
que te diga… ¿Qué es un beso?
Un beso es el eco suave de un canto, que más que canto es un himno sacrosanto
que imitar no puede el ave.
Un beso es el dulce idioma con que hablan dos corazones, que mezclan sus impresiones
como las flores su aroma.
Un beso es…no seas loca… ¿Por qué me preguntas eso? ¡Junta tu boca a mi boca
y sabrás lo que es un beso!
Contigo – Luis Cernuda
¿Mi tierra? Mi tierra eres tú. ¿Mi gente? Mi gente eres tú. El destierro y la muerte para mí están adonde no estés tú. ¿Y mi vida? Dime, mi vida,
¿Qué es, si no eres tú?
Poemas de amor que hacen llorar
Nunca des por entero el corazón – W. B. Yeats
Nunca des por entero el corazón, pues nunca el amor parecerá digno a las mujeres llenas de pasión si parece real, y nunca sueñan que se va haciendo débil con los besos pues que todo lo hermoso es sólo un breve,
maravilloso y grato regocijo.
Oh, nunca des el corazón del todo, pues ellas, a pesar de lo que labios suaves puedan decir, han entregado su corazón al juego, ¿y quién podrá jugar en igualdad de condiciones, sordo, mudo y ciego ya de amor? Quien ha hecho esto bien conoce el precio,
pues dio entero el corazón y perdió.
Mi corazón oprimido – Federico García Lorca
Mi corazón oprimido siente junto a la alborada el dolor de sus amores y el sueño de las distancias. La luz de la aurora lleva semilleros de nostalgias y la tristeza sin ojos de la médula del alma. La gran tumba de la noche su negro velo levanta para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.
¡Qué haré yo sobre estos campos cogiendo nidos y ramas rodeado de la aurora y llena de noche el alma! ¡Qué haré si tienes tus ojos muertos a las luces claras y no ha de sentir mi carne el calor de tus miradas! ¿Por qué te perdí por siempre en aquella tarde clara? Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada.
Poemas de amor de Borges
Despedida
Entre mi amor y yo han de levantarse trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos. Oh tardes merecidas por la pena, noches esperanzadas de mirarte, campos de mi camino, firmamento que estoy viendo y perdiendo… Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.
El amenazado
Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño? Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz. Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles. Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos me cercan, las hordas. (Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.) El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.
Tu dulzura
Camino lentamente por la senda de acacias, me perfuman las manos sus pétalos de nieve, mis cabellos se inquietan bajo céfiro leve
y el alma es como espuma de las aristocracias.
Genio bueno: este día conmigo te congracias, apenas un suspiro me torna eterna y breve… ¿Voy a volar acaso ya que el alma se mueve?
En mis pies cobran alas y danzan las tres Gracias.
Es que anoche tus manos, en mis manos de fuego, dieron tantas dulzuras a mi sangre, que luego,
llenóseme la boca de mieles perfumadas.
Tan frescas que en la limpia madrugada de Estío mucho temo volverme corriendo al caserío
prendidas en mis labios mariposas doradas.
¡Adiós!
Las cosas que mueren jamás resucitan, las cosas que mueren no tornan jamás. ¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda
es polvo por siempre y por siempre será!
Cuando los capullos caen de la rama dos veces seguidas no florecerán… ¡Las flores tronchadas por el viento impío
se agotan por siempre, por siempre jamás!
¡Los días que fueron, los días perdidos, los días inertes ya no volverán! ¡Qué tristes las horas que se desgranaron
bajo el aletazo de la soledad!
¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas, las sombras creadas por nuestra maldad! ¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!
¡Corazón… silencia!… ¡Cúbrete de llagas!… -de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!… ¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!
¡Adiós para siempre mis dulzuras todas! ¡Adiós mi alegría llena de bondad! ¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más!
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